jueves, 24 de abril de 2008

Deseo infantil y política

La semana pasada hubo uno de esos típicos debates de A dos voces, donde ponen frente a frente a dos personas con ideas diametralmente opuestas para que discutan a más no poder. En esta ocasión, fue sobre la situación de Patti. De un lado, una joven abogada de los organismos de derechos humanos. Del otro, una diputada de Recrear, cuya visión era la clásica "teoría de los dos demonios; hay que dejar el pasado atrás".

Lo llamativo fue el final. La abogada dice "voy a cerrar con tres palabras: justicia, verdad y memoria" (son cuatro en realidad). Después la diputada tiene los "30 segundos finales" que le concede Bonelli, y le da duro a los organismos de derechos humanos. La abogada se enoja y empieza a repetir en voz alta "justicia, verdad y memoria; justicia, verdad y memoria...", por sobre las palabras de la otra mina.

El gesto me pareció tan infantil como enternecedor. Pero a la vez, revelador de la naturaleza profunda de la política. Porque detrás de cada posicionamiento político hay un capricho infantil. El reclamo político tiene mucho del chico que se larga a llorar porque el padre no le compra un juguete. Ahí no importan las explicaciones: que no hay plata, que el juguete es peligroso, que compraron otro hace poco... nada de eso. Y entonces solo queda llorar como loco y gritar "¡quiero el juguete!". La política tiene mucho de eso. Mi reclamo es justo más allá de los argumentos, y si el otro no lo entiende tengo derecho a gritar y palatear hasta que me den la razón. Es un poco lo que vio algún politólogo lacaniano: alguien tiene que ser el responsable de que nuestro deseo no se realice. Y si en definitiva el otro no puede ver que yo tengo razón, de que lo que yo sostengo es evidentemente bueno y justo, no me queda más que gritar "¡justicia, verdad y memoria!".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una vez me fumé un porro y me imaginé esto.

una pradera grande y mucho niños y niñas con o sin pañales, armando torres de piedras. y decían: esta torre soy yo.