domingo, 23 de marzo de 2008

Despelote en el campo

Extrapolando información de los amigos de la protesta agraria (La Nación), los enemigos (Página/12) y los enemigos de los enemigos (Perfil), me parece que ya hay elementos para algunas reflexiones teórico-filosóficas (lo cual no es necesariamente abstracto e inútil, a pesar de los prejuicios). Veamos:

-Las retenciones afectan no solo a grandes sino también a medianos productores. Es decir, no solo a tipos terriblemente millonarios y con una cantidad de tierras impresionante, sino a otros que tienen cantidades moderadas de terrenos y que, si bien tienen un buen pasar, no son mega-millonarios.

-Ninguno de los afectados por las retenciones está pasando hambre o carencias elementales. Los medianos productores son gente que tiene campos que valen mucha guita, y cuyas pérdidas económicas no los privan de tener una linda casa, auto, internet, mandar a los chicos al colegio y demás. De hecho, las retenciones se hacen sobre ganancias excepcionales, por la calidad de vida de los productores no se ve afectada.

-Las retenciones joden a los productores porque, entre otras cosas, restringen su capacidad de invertir y crecer económicamente. Es decir, los dejan bastante estancados en su situación económica actual (que, como ya dijimos, no es mala).

-Los argumentos en contra de las retenciones, al menos los proferidos por los opinadores de La Nación, se basan más bien en cuestiones de legitimidad, justicia, macroeconomía y constitucionalidad antes que en los perjuicios materiales sufridos por los productores agrícolas.

Más allá de que sea molesto que de un día para el otro te saquen la guita que ganaste, bloquear caminos y generar desabastecimiento es difícil de justificar para alguien que sin plata no se va a quedar. La democracia tiene ese inconveniente: la legitimidad de un gobierno viene del voto mayoritario de la población, y las minorías... a veces la pasan mal. Pero si no está en juego tu supervivencia y tus derechos elementales (nadie puede pactar la entrega de su propia vida, dijo Hobbes), más vale usar los canales tradicionales para cambiar las cosas: votar candidatos afines, hablar por los medios, organizar manifestaciones; incluso recurrir a la justicia si la medida se considera ilegal. Y si sale mal, mala suerte. Tribunales absolutos de lo bueno y lo malo no existen, así que por ahora tenemos esto de que la mayoría elige el gobierno que quiere y todos obedecen. Si ahora cada vez que uno considere que es víctima de una medida injusta la va a boicotear, se va a armar un despelote. De hecho... esto ya es un despelote ¿no?

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